otras escalas

El dinamismo en el salto escalar ha sido, y es, un sano ejercicio que tanto estimula la creatividad como entrena en la superposición de capas que, en definitiva, modelan nuestra relación espacial.Son pocos los afortunados que, llevando esta convicción hasta sus últimas consecuencias, materializan su obra en los 7 órdenes de magnitud -del mílimetro al kilómetro- que abarcan el espectro creativo del arquitecto. A los demás nos es permitido acariciar, al menos, el extremo micro del rango. De esa exploración surgen Ochopiezas y Frigia, dos avances pronto prestos para pasar de la  fase de desarrollo a la productiva.

La silla Ochopiezas debe su nombre al alemán Achtteile, nombre originario que recibió al ser concebida y fabricada durante una estancia en la RWTH de Aquisgrán. Desde su origen fue ideada para dar satisfacción a cuatro supuestos de partida: comodidad, sencillez, elegancia y fácil ejecución. Ochopiezas es un objeto de uso cotidiano, no se trata de un mero elemento decorativo, está pensada con el usuario en mente, de ahí su ligereza o la amplitud del respaldo y del asiento. Asimismo, resulta compacta, es baja de respaldo y reposabrazos, prácticamente se circunscribe en un cubo de 60cm de lado. Pero lo más destacable, sin lugar a dudas, es la sencillez del concepto estructural. En esencia se compone de dos circuitos cerrados de tubos de acero. El bucle mayor conforma las patas, parte del respaldo y el asiento, el menor completa al primero por la parte trasera. Ambas partes se componen de 4 piezas planas cada una, de ahí su nombre original Achtteile. Así pues, su aspecto curvo y alabeado se logra a partir de la deconstrucción del modelo en tan sólo 4 pares de piezas principales que fueron soldadas por sus extremos. A la estructura principal se suman barras de menor sección que generan el plano de asiento y aportan estabilidad lateral. El resultado es un objeto sin estridencias que, con sus suaves líneas, se adapta a ambientes muy dispares.

Pese a las distancias en la ejecución y la materialidad del objeto, la lámpara Frigia comparte mucho con Ochopiezas. La lámpara adopta el mismo concepto de tubularidad y lo explota hasta sus últimas consecuencias, enredándose sobre sí misma, hasta convertirse en un nudo de resonancias alejandrinas. Sobresale el hecho de que también aquí se da la unidad conceptual, manifiesta en la apuesta decisiva por un material preponderante. De la sencillez de esta limitada paleta -poco más que madejas de hilo y adhesivo-, se obtiene un elemento de meditada complejidad. Preferimos entenderla como atemporal, pues sus referentes no son históricos, sino que hay que buscarlos entre el cigoto y la supernova. Su concepción abstracta la capacita para transformar cualquier lugar en un ambiente evocador. La luz que se obtiene es difusa y al ser apta para diferentes lámparas de bajo consumo puede modularse la intensidad de luz,  tanto si se desea como fuente lumínica principal como de apoyo u elemento ornamental.