equipamiento en Triana

Se parte de un estado previo poco halagüeño. Inmersos en un entorno construido que se encuentra, antes de cumplir el medio siglo, en plena decadencia. Un estado que responde a una larga cadena de despropósitos. Traicionando el proyecto inicial en innumerables puntos, los edificios envolventes son un pálido reflejo de las trazas originales. Baste añadir a esto la ínfima calidad de los materiales, la negligencia en el mantenimiento y las reformas anárquicas emprendidas por los vecinos para explicar el envejecimiento prematuro. Esta ordenación surge de la convicción de que es necesario entablar un punto de inflexión y hacer justicia en este malhadado lugar.

Era crucial para el éxito de la propuesta una redefinición del viario y del aparcamiento que  favoreciese un esponjamiento verde.  Sobre la capa base se superpone una nueva de sendas que recorren el conjunto residencial en toda su extensión. Su trazado está inspirado en la tristemente fallida ordenación original. Las sendas conectan todos los portales entre sí y con apeaderos reservados a cada uno de los bloques. Se distinguen por un pavimento diferente al del acerado, a su vez un tercer pavimento es dispuesto para marcar los diferentes caminos por los que se puede llegar al edificio de nueva planta. A pesar de todas estas actuaciones aún tenemos sobrada superficie para disponer amplios jardines. Por último, queda patente una apuesta firme y decidida por el arbolado, completando allí donde ya existía y plantando donde no había. En los acerados la arboleda adopta un ritmo cuidadosamente pautado mientras que en los jardines la ubicación es más caprichosa. Si bien en esta propuesta no se interviene sobre los edificios sí confía en que un esfuerzo
decidido por parte de lo público acabe teniendo respuesta por parte de lo privado.

En ocasiones la clave para un proyecto se encuentra en la más simple de las constataciones. Una ligera diferencia, de apenas unos cuatro grados, en la alineación de los dos grupos de bloques más próximos fue el humilde hallazgo que generó el rasgo más definitorio del edificio. El edificio se entiende como fruto del encuentro de dos piezas con alineaciones ligeramente distintas. Esto resuelve problemas prácticamente a todos los niveles, desde el compositivo hasta el funcional, pasando incluso por el estructural. La enorme dimensión longitudinal del edificio, que sobrepasa los cien metros, se percibe como menor a causa del quiebro en su punto intermedio. El quiebro proporciona, a su vez, una hendidura desde la que acceder al equipamiento, desde ahí se centraliza el sistema de comunicaciones.