casa y nogal

Hay un valle en la Sierra de Aracena en el que concurren tres pueblos excepcionales: Linares de la Sierra, Alájar y Santa Ana la Real. Junto a este último discurre el Barranco de La Presa, que transcurre cercano a la aldea homónima. Una pedanía compuesta, prácticamente, por una sola calle que es flanqueada por poco más de treinta casas. En uno de los extremos hay una huerta, surcada de este a oeste por la divisoria de suelo rústico y suelo urbano. En esta huerta hay dos nogales, del mismo porte, cada uno en un extremo de la parcela.

Uno de los nogales está junto a la entrada, como protegiéndola, el otro en una esquina hacia el fondo, donde el suelo urbano se ensancha. Las ramas de este último se vencen por el peso y las más bajas acarician ya el suelo, formando una bóveda vegetal que abraza a quien se cobija en su sombra. Pronto entendimos que la casa que surgiese de esta parcela debía tener una relación muy estrecha con este hito.

Tanto es así que el nogal abovedado está en la génesis misma del hogar. En el origen se configura un esquema de corona de figuras pentagonales que tiene al árbol como su centro generador. Y de haberlo permitido la parcela, muy probablemente esas hubieran sido las trazas de la vivienda. De los ocho pentágonos posibles, se toman cuatro, los orientados al sur, y se agrupan en parejas, una de ellas queda orientada al nogal, mientras que la otra se despliega siguiendo el límite del suelo urbano.

La organización por pares resultó ser de lo más conveniente, al tratarse esta de una casa bifamiliar destinada a acoger a las familias de dos primos hermanos. El esquema permitía tanto salvaguardar su intimidad como buscar la comunicación total entre los hogares, logrando una convivencia más íntima. Tan solo fueron necesarios ajustes menores a las trazas conceptuales para su adaptación a un programa doméstico. En cada par pentagonal, una de las figuras acoge las estancias más privativas, mientras que la otra las de mayor interacción. Al guardar los pares una simetría central, las estancias de encuentro de cada vivienda son colindantes y pueden unirse mediante puertas correderas. Pues es este un hogar deliberadamente pensado para la reunión y la socialización.

Las aperturas de estas estancias afianzan, asimismo, un eje transversal que une la zona de huerta y el porche, que proyecta sus vistas a la profundidad del valle, con el entorno del frondoso nogal, ubicado en el extremo más septentrional. El porche cumple aquí, asimismo, una función de protección de los vanos frente a la insolación directa.

Exteriormente la vivienda se caracteriza por el uso de soluciones locales. Como es el empleo del ladrillo enjabelgado, que actúa como basamento, y los muros encalados de las paredes restantes. Por lo general, la vivienda emplea una paleta de materiales contenida, en la que sobresale el ladrillo, el muro encalado, la teja y la madera de forjados y carpinterías. Apelando siempre a la sencillez de las arquitecturas autóctonas.

Las operaciones de paisajismo son muy puntuales, pues se desea preservar en la medida de lo posible la autenticidad del lugar. La casa bifamiliar únicamente se proyecta al exterior mediante una plataforma, ideada en madera sobre pilotes, que culmina en una piscina natural, también de forma pentagonal.