casa proa
«Todo lo que hacen los bosques, los ríos o el aire / Cabe entre estos muros que creen cerrar la estancia»
Jules Supervielle
Esta vivienda de esparcimiento se construye sobre una antigua majada, como se conocen en la Sierra de Aracena las edificaciones auxiliares que servían como casas de apero, despensa o gallineros. Es esta condición por la que se ubican al borde de la población, estando así más próximas a las ricas huertas, como las que bordean Cortelazor. La majada que encontramos aquí había caído en desuso y estaba próxima a la ruina.
La pequeña construcción se asienta sobre una compleja geometría pentagonal deudora de una estructura de la propiedad moldeada durante generaciones. Compaginar la difícil condición espacial con la exigencia de un razonable programa doméstico supuso el reto principal de la intervención. La estrategia adoptada, muy condicionada por la proximidad del límite, resuelve el proyecto con recursos muy sencillos.
Comenzando por la distribución de la vivienda, para la cual se concentran los usos subsidiarios (servicios, calefacción, cocina, almacenaje, escaleras…) en el perímetro, quedando así liberada una clara centralidad doméstica que bajo rasante ocupa la cocina-comedor, en la planta baja el salón y en planta alta un dormitorio-estudio.
Esta disposición le confiere una característica cualidad de cascarón horadado, un ámbito protegido que no se restringe a la interioridad, sino que se abre con generosos vanos que apuntan a la profundidad del paisaje. Valle y monte, acogidos en la calidez doméstica, prestan su inmensidad al seno de un hogar humilde. Quizá sea ésta su mayor pretensión, pues, por lo demás, la experiencia del habitar procura una renovada vita simplex construida en torno al alimento, el descanso o la conversación.
Más allá de estrictos requerimientos normativos de integración arquitectónica el proyecto se asienta sobre el extenso terreno común que comparten la arquitectura popular y el gusto contemporáneo. La lectura en clave actual del suelo estético de la tradición se traduce, nuevamente, en un elogio a la sencillez, manifiesta en una paleta compuesta de madera, teja, baldosa de barro y el omnipresente blanco.
Casa Proa es la primera muestra de un modelo de gestión orientado a recuperar pequeñas edificaciones obsolescentes y proveer a sus propietarios de modernas viviendas de bajo coste en entornos de calidad ambiental.