casa phalcon en San Petersburgo

Desde su misma fundación, en la desembocadura del Río Neva, San Petersburgo ha ejercido de puerto de ideas que han acercado Rusia a los aires europeos. Los palacios dieciochescos, barrocos o neoclásicos, y las infinitas avenidas son la fachada histórica que sirvió de pasarela al gusto occidental. Esta renovación arquitectónica, que tornó la ciudad en hub cultural y político continental, no se logró sin un coste: el completo borrado de la tradición vernácula. La construcción en madera arrastraba un cierto complejo vergonzante, nunca mejor expresado que en la falsa fábrica de ladrillo pintada sobre la cabaña de troncos en la que vivió el zar Pedro al inicio de la fundación.

El hecho fundacional imprime un sello de ciudad-puerta indeleble hasta hoy. Por tanto, quizá pueda sorprender que, ante el reto de proponer un modelo innovador para la casa de campo de la región, esta propuesta se gire hacia una tradición anterior. Una paradoja tan sólo aparente, pues la interpretación de las técnicas ancestrales es ya general en Europa, y constituye, a nuestro parecer, la más estimulante de las tendencias actuales. En lo tocante a la cabaña de madera, la recuperación no sólo honra la arquitectura vernácula, sino que también da respuesta desde la tradición a los retos económicos y medioambientales de nuestro tiempo. Pero Casa Phalcon no se detiene en la emulación, sino que recoge y reinventa la técnica de los maestros carpinteros del norte a través de la mirada contemporánea.

La planta triangular no es gratuita, se escogió en un ejercicio de contención -otro de los requisitos del concurso- por ser la mínima expresión de un polígono habitable. El juego de alturas permite que cada una de sus tres fachadas sea única y diferenciada. Interiormente la distribución responde a un esquema en franjas paralelas que se ensanchan hacia la base del triángulo. La primera, la más estrecha, actúa de filtro de acceso a la vivienda, con la entrada y el garaje. La segunda ocupa la centralidad del hogar, aquí se localiza un salón de concepto abierto que, inspirado en las cabañas tradicionales, está dominado por una chimenea central en torno a la cual se organizan y caldean los espacios aledaños. La casa dispone de dos orientaciones alternas, una estival, en la que los huecos opuestos ventilan la casa y otra invernal, orientada hacia la chimenea. En la última franja, hacia el fondo de la vivienda, se reúnen las estancias de mayor privacidad, como el baño y los dormitorios, situándose el principal en la planta superior, dominando los bosques del lugar.

Si bien concebida como casa singular, nada hay en la propuesta que impida un uso a mayor escala. Asentada la vivienda sobre una parcela de triángulo equilátero, se consigue una sencilla y eficiente agrupación en serie. En lectura escalar, desde la chimenea hasta el barrio, la propuesta es un denodado ejercicio geometrizante en el que encuentran encaje formas invertidas y circunscritas gravitando en torno al calor del hogar.