apartamento sevillano

La vocación por la rehabilitación, entendida como mejor solución a los problemas actuales de la edificación, conduce a repensar la unidad habitacional elemental: el apartamento. Es necesario comenzar por abordar que la obsolescencia física se une a otra aún más galopante, la funcional, cuyo avance deja patente su invalidez como modelo para el marco relacional de nuestro tiempo.

Como resultado de estas inquietudes, abordamos la reforma teórica de este apartamento sevillano. Si bien construido en el casco histórico, este edificio de claras influencias regionalistas en poco se distingue en su esquema de una vivienda de protección oficial al uso. Su espacio cuarteado se antojaba un elemento de partida propicio para poner a prueba conceptos de diseño. La configuración marcadamente longitudinal invita a recuperar el principal valor de las viviendas de este periodo, su amplitud.

La demolición de la tabiquería propuesta respeta la solería original, dejando marcadas las trazas de los muros. Haciéndolo se redescubren los planos horizontales, tanto el suelo hidraúlico como los forjados de boveda catalana, que cobran un nuevo protagonismo. Este gesto, tan sencillo como trascendente, invierte por completo el modelo habitativo. Lo que antes era, pasillo y pestillo ahora es un espacio estructurador en la centralidad del hogar, adaptativo y mulficional, una suerte de plaza pública privativa.

A este eje longitudinal, se une otro transversal, que partiendo desde los espacios más íntimos se orienta hacia la profundidad de la calle. La distinción entre esfera pública y privada se apoya en la insoslayable estructura en crujías, que se enfatiza estética y funcionalmente como gozne del hogar. La prominencia del crucero, así como la apertura de recorridos fuera de las jerarquías tradicionales, sirven de contrapeso a esta marcada divisoria central.

La apertura de espacios propicia la entrada de luz opuesta a través de balcones y patios, en algunos casos tamizada, como en el vestidor del dormitorio principal. La luz demanda color, que aparece a modo de controlados estallidos de efusividad, sirviendo de contrapunto a un fondo por lo general neutro. El color ejerce aquí de asidero del habitar, como punto de apoyo que familiariza el hogar, nutriendo de jovialidad cada escena.

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