
almanatura II
«Un lugar para la actividad creativa necesitará continuar apoyándose en un fragmento de espacio dentro de un enclave encapsulado dentro de un territorio protector.»
Saint Jerome, The Desert, The Study, Alison Smithson
«Un lugar para la actividad creativa necesitará continuar apoyándose en un fragmento de espacio dentro de un enclave encapsulado dentro de un territorio protector.»
Saint Jerome, The Desert, The Study, Alison Smithson
El primer contacto entre almanatura y nuestro estudio se produjo en septiembre de 2015, cuando participamos en el pionero coworking rural que organizaron en Fuenteheridos. Allí nos encontramos personas de diversos orígenes procedentes de distintos puntos de la geografía andaluza. Desde entonces no hemos dejado de colaborar de un modo u otro. Poco tiempo después recibimos el encargo de reformular su primera oficina en Arroyomolinos de León, un proyecto que les permitió el doble objetivo de mejorar sus condiciones de trabajo y abrir su sede hacia el pueblo en que crecieron.
La confianza construida sobre estas experiencias cimentó las bases para un encargo que superaría en escala y proyección todo lo anterior: la rehabilitación de uno de los principales molinos de aceite del entorno, su patio de atrojes y la construcción de unas nuevas oficinas sobre las ruinas del antiguo cine de la localidad. Todos ellos elementos cargados de significado, tanto para almanatura como para los vecinos de Arroyomolinos de León. Por tanto, no trabajábamos sobre una hoja en blanco —nunca se hace—, había preexistencias materiales e inmateriales que leer, analizar, entender, contextualizar y poner en valor.
En el momento del encargo almanatura era ya la empresa con propósito que todos conocemos hoy. Pionera en la introducción de la certificación B corp. en España y consolidada tras más de 20 años de actividad en entornos rurales. Al mismo tiempo, sus múltiples proyectos a lo largo y ancho de todo el país les ubicaban en una situación de expansión que su sede anterior no podía seguir acogiendo sin tensar sus costuras. Almanatura precisaba de un nuevo espacio a la dimensión justa de la visión de su organización.
El lugar escogido reunía todas las virtudes necesarias para dar vida a esta nueva y prometedora etapa. El conjunto molino-patio-cine se localiza en una parcela de más de 1.000 m² en lo que en tiempos fueran las afueras construidas de Arroyomolinos de León, junto a unas fincas de dehesa que terminarían por ser urbanizadas en el cambio de siglo. Como resultado la trama urbana quedó completada con viviendas entre medianeras, equipamientos, espacios públicos y un sencillo acceso rodado para el visitante.
El encargo consistía en dotar de espacios y medios con los que almanatura pudiera desarrollar y ampliar su actividad de promoción del medio rural, favorecer retiros individuales, de instituciones y corporativos, así como mantener una agenda cultural con carácter continuado durante todo el año. Para ello se precisaba de un espacio multifuncional, con capacidad para acoger eventos de muy diversa índole (presentaciones, exposiciones, reuniones, encuentros, pequeñas celebraciones…) cuyo ubicación idónea era el antiguo molino de aceite o almazara. Así como unas nuevas oficinas, localizadas en el emplazamiento del antiguo cine, que dotaran de mayor espacio, confort y luminosidad a los gestores y empleados de la organización. Ambos extremos de la parcela, donde se encuentran las construcciones, están unidas por el que fuera patio de atrojes, creando una plaza interior ajardinada que sirve a ambos edificios.
Cuando en otoño de 2019 realizamos las primeras visitas al conjunto no resultó sencillo capturar todo lo que el lugar escondía. El patio de atrojes había sido absorbido por la maleza, construcciones precarias hechas a partir de su ruina afloraban aquí y allá, plantas exóticas descollaban sin concierto alguno, para caminar había que sortear voluminosos cúmulos de piedra… El orden claro de aquel espacio productivo, que conocemos a partir de las ortofotos y de los restos originales, había quedado completamente desdibujado. Siguiendo un proceso muy cercano al de otros grandes edificios que, al decaer su utilidad, son colonizados por nuevos moradores que remodelan el lugar a su medida con la materia que allí quedó olvidada.
Algo parecido, si bien en menor medida, había sucedido con el antiguo molino. La diferencia es que aquí sus pesados y altos muros sí resistieron el paso del tiempo, a pesar de la pérdida de la cubierta y notables desplomes en algunos lienzos. Su contundencia delimitaba un espacio en el que aún se respiraba el pasado industrial del edificio. Si bien la mayor parte de la maquinaria había sido desmantelada, sus restos metálicos aún permanecían anclados a la pared y en una esquina, como sempiternos guardianes del lugar, yacían paradas las piedras solera y los dos rulos cónicos que durante generaciones molturaron la aceituna de los olivareros de la comarca.
Con la cubierta central desplomada hace décadas, los extremos del edificio conservaban una delicada techumbre que apenas resguardaba un olvidado almacén y lo que hasta épocas recientes había sido una herrería, con sus muros tiznados por el humo. Unas particiones transversales, a todas luces más recientes, separaban estos espacios de la intemperie.
La suerte del Cine Remedios fue más aciaga. Poco restaba ya de este señalado y muy recordado edificio tras el incendio que lo destruyó en los años 1980, más allá de la numeración de alguna fila en la medianera, un sótano repleto de escombro y una fachada de piedra que, sin riostra alguna, había logrado resistir el paso de muchos y largos inviernos. En el lugar del viejo cine había un cobertizo colocado junto a la tapia que no guardaba relación alguna con el edificio perdido.
En suma, nos encontrábamos ante un conjunto en el que se respiraba la pesada carga del recuerdo y las vivencias que, en pueblos como los nuestros, tienen incluso más peso que las propias piedras que permanecen. El reto de volver a poner en pie cine y molino con un nuevo uso que devolviese el espacio al pueblo, siempre observante con su pasado, era, desde luego, no menor.
fotografías ©Arantxa Fernández
Por sus dimensiones, con cerca de 25m de longitud y más de 175m² de superficie útil, la sala plenaria y multifuncional en la que convertimos la antigua almazara requería de una solución homogénea, clara y asequible. Por tanto, una decisión imprescindible pasaba por limpiar de añadidos y particiones aparecidos a causa de los diferentes avatares tras la caída en desuso de la actividad original. Ello liberaba la dimensión primigenia ofreciendo un grado de libertad que había quedado opacado.
Si bien importante esta decisión no bastaba por si sola. Era necesario establecer un nuevo orden reconocible en el edificio que superase la etapa de fragmentación y abandono. Por ello se optó por entender la nave en sus términos más sencillos, simplificándola a sus tres componentes básicos: un suelo, unos muros y una cubierta. El primero planteaba menos problemas al haber pocas cuestiones patrimoniales (más allá de tinajas enterradas) que atender. Únicamente un desnivel ocasionado por la pendiente de la Calle Molino forzó a un pequeño salto que salvamos con un peldaño y una rampa. Esta cuestión fue también de utilidad para establecer una sutil distinción para la zona de acceso, donde se ubica habitualmente el stand de recepción. El suelo es continuo, un hormigón pulido ligeramente coloreado que marca la horizontalidad del espacio sin distraer de lo esencial. En este orden la decisión más simbólica fue la reubicación de la piedra solera, que bajamos de su pedestal para prácticamente enrasarla con el pavimento. La zona de molturación, corazón del molino, pasa a ser ahora la nueva palestra desde la que fluye ya no oro líquido, sino las renovadoras ideas que los promotores e invitados de almanatura lanzan para beneficio general. Su ubicación central tampoco es casual, siguiendo lo experimentado en las anteriores oficinas, las soleras se centran en la nave, para generar un arco de atención en torno al orador que se inspira en el orden asambleario, disntanciándose así de esquemas autocráticos monodireccionales.
Los muros, en cambio, sí planteaban retos mayores. Mil veces remendados, alterados por la maquinaria, con desplomes importantes, vanos desiguales, dinteles en mal estado o parcheados con revestimientos de diferentes generaciones, los muros exigían una muy cuidada atención. Lamentablemente no todos pudieron ser conservados a causa de la pérdida de la cubierta, parte del tramo central de la mampostería acusaba un desplome demasiado pronunciado para ser reutilizado. Estos lienzos fueron reconstruidos usando la misma piedra de la demolición, ocasión que se empleó para ampliar el vano central que enlaza con el patio. La evidencia de la mampostería de pizarra oscura, tan propia del lugar, dio pie a desnudar el edificio de los sucesivos revestimientos discordantes. Al tomar las juntas con mortero de cal coloreado podíamos revestir los abocinamientos y dinteles del mismo material, creando un ambiente envolvente y acogedor que une el espacio. La elección de la tonalidad térrea clara del mortero rebaja el tono de la piedra, mejorando la luminosidad, y produce un interesante contraste. La misma solución se emplea tanto en interior como en exterior. Donde sí hacemos una concesión al muro blanqueado para significar la entrada y presencia urbana que la posición en esquina entrega al edificio.
El plano de la cubierta adquiere gran protagonismo al ser un elemento que debía ser completamente renovado. Se optó por una solución de par y nudillo, correas y tirantes de acero. El material escogido fueron perfiles de madera de conífera laminada encolada y tableros estructurales contrachapados, todo ello modulado de forma que se minimizase la pérdida de material por sobrantes. La fabricación de la cubierta corrió a cargo de los carpinteros de Galaroza, con quienes, como es sabido, el estudio viene colaborando desde su fundación. No deja de ser meritorio que una intervención tan delicada, que implica retos logísticos y materiales exigentes, fuera resuelta enteramente por personal de la comarca. Notablemente, todas las carpinterías exteriores e interiores fueron asimismo elaboradas localmente siguiendo los diseños e indicaciones del estudio.
fotografías ©Arantxa Fernández
La obra del molino es inseparable de la reordenación del patio de atrojes, no en vano fueron diseñados conjuntamente. Como se viene expresando, desde el abandono de la actividad oleícola el patio de atrojes quedó a su suerte. Si bien fuimos capaces de identificar las trazas principales de los antiguos atrojes longitudinales para preservar lo esencial de su legado. Otros elementos significativos son el aljibe subterráneo que abastecía de agua al molino y la medianera de tapial y mampostería rematada en teja. Con la participación de La Mano Verde elaboramos un catálogo de las especies presentes en el patio, haciendo una distinción entre aquellas autóctonas y las que carecían de arraigo en la zona. Este trabajo de campo proporcionó valiosos datos que informaron la propuesta paisajística.
La intervención define tres ámbitos claramente identificables y cuya transición conscientemente amojonamos con las piedras de rulo del molino. Resultaba importante que, tras décadas de desidia, el edificio volviese a manifestarse en toda su dimensión, por este motivo el encuentro entre el molino y el patio está dominado por una explanada pavimentada con baldosa de barro que sigue la tonalidad del mortero de cal de la fachada. De este modo, en los meses estivales el edificio se convierte en un singular fondo escénico para las cuidadas puestas en escena de conciertos y actividades nocturnas.
Los atrojes, que dieron nombre al patio, determinaron las trazas para el huerto ecológico autogestionado que ocupa la centralidad del espacio. Este huerto prestaba la posibilidad de un aterrazamiento con el que salvar el marcado desnivel de la parcela. Los muros se realizan en la misma mampostería que los atrojes y se coronan con la misma baldosa de barro que el pavimiento. Siguiendo los ciclos de cultivo anuales los huertos llevan varios años ofreciendo una continuada y copiosa producción. Esta actividad supone un importante complemento para la oferta de retiros creativos para corporaciones e individuos que experimentan de primera mano una reconexión con la horticultura tradicional.
La parte alta del patio estaba dominada por una mayor presencia de especies arbóreas. Aquí se hizo un importante esfuerzo por integrar en el diseño la mayor parte de ellas. Destacando la prominente robina pseudoacacia que recibe al visitante al llano superior y la higuera que se acurruca en una de las esquinas. Esta zona, al tener un carácter más reservado, se cubre con una pradera que combina césped y trébol. En lugar de cortar aquí abruptamente el pavimento este se disuelve en la pradera, invitando a participar de este espacio más resguardado. La alberca fitodepurada participa del remanso aportando el murmullo del agua.
fotografías ©Arantxa Fernández
La última fase de la intervención se centró sobre los restos del popular Cine Remedios. Malogrado en un incendio, tan solo unos pocos elementos se conservaban. Pero bastó una mirada atenta para dejar que su espíritu se trasladase en fondo y forma a las oficinas sostenibles que ocuparían su lugar. La principal de las preexistencias con las que contábamos era un muro compuesto de machones de mampostería que se mantenía en un frágil equilibrio. Su preservación y utilización como matriz de la propuesta se convirtió en el leitmotiv al que pronto se sumaron, con algo de persuasión, todos los participantes.
En efecto, la secuencia de sus vanos fue la que determinó la modulación de la propia estructura y organización interna del edificio. Los pilares metálicos sobre los que se sustentan el forjado intermedio y la cubierta cumplen asimismo la función de arriostrar el muro original. Esto permitía una muy necesaria preservación, puesto que esta fachada refleja la mampostería del molino, abrazando ambas el espacio libre interior. Pero lejos de un elemento opaco sus amplios vanos permiten proyectar también las oficinas hacia las vistas del verde jardín. Ofreciendo un inmejorable espacio de trabajo para los responsables y empleados de almanatura.
El muro del viejo cine actúa en buena medida como mediador entre las oficinas y el espacio libre. Esta relación se entendió como primordial desde el inicio. Baste ver las plantas para entender que la misma entrada desde C/Alta se diseñó como un paso ambivalente, esto es, tanto hacia el jardín como hacia las oficinas. El retranqueo interior de las oficinas se resuelve con un largo frente acristalado que, junto a la galería perimetral, sumerge este espacio en el entorno natural que diseñamos para el patio central.
Asimismo, el muro de mampostería determina la altura del edificio de oficinas. Esta decisión otorga un perfil estilizado a la nueva intervención, lo cual tiene la doble virtud de otorgar mayor presencia al excelente trabajo de carpintería de los techos de madera laminada encolada y tablero contrachapado, así como prestar condiciones volumétricas óptimas para el confort de los usuarios al favorecer una climatización más eficiente de los diferentes espacios.
El orden generador del muro de piedra se traslada a la organización interna de las oficinas. De manera que cada despacho coincide con uno de los vanos principales, lo cual permite amplitud de vistas hacia la zona ajardinada. Esta modulación encuadraba a la perfección con el exigente programa funcional propuesto por almanatura, como si el edificio abrigase gozoso la nueva vida que le aguarda. Esta decisión de proyecto se traslada también hacia la zona de refección, almacén y cocina que hay en el nivel jardín, cuyas particiones también se ajustan al orden geométrico determinado por las preexistencias.
Siguiendo la Memoria de acabados contenida en el Proyecto Básico y de Ejecución las terminaciones interiores se inspiran en la tradición popular. Las cuales podemos definir sucintamente como la madera para techos y carpinterías, las tabiquerías blanqueadas o los suelos de imitación barro en gres porcelánico que, en este caso, siguen la disposición y formato de casa-estudio. Las carpinterías interiores de las oficinas siguen un diseño de transparencia y claridad que permite transmitir luminosidad a estancias más interiores.
La sostenibilidad de la propuesta no solo se apoya en la valoración de los restos arquitectónicos, el uso profuso de la madera, el barro o el mortero de cal. Las instalaciones eléctricas y de climatización se sirven de un sistema de placas fotovoltaicas colocadas en cubierta que cubre gran parte de la demanda. En concreto, la climatización opera con un sistema de aerotermia que permite al suelo radiante la doble función de calefactar y refrescar, de manera que las oficinas puedan permanecer operativas durante todo el año.
Llegados a este punto resuenan con más fuerza si cabe las palabras de Alison Smithson, que abren este texto y nos transportan hacia los lugares de refugio y retiro. El artículo del que se extraen sintetiza el concepto de ‘fragmento de un enclave’, el cual fue madurado para su propio refugio en el Pabellón de Upper Lawn. Es sobre este mismo espíritu de búsqueda de calma creativa, que los Smithson concibieron para la campiña inglesa, que se alzan las oficinas de almanatura. Al igual que en el Solar Pavilion los muros exteriores crean una suerte de ámbito de protección, un enclave, que hacia su interior —desde los despachos hasta la sombra de la robinia— regala remansos para la inspiración creadora; mientras que a sus afueras quedan, visibles desde su atalaya, los montes de alcornoques y encinas que arropan Arroyomolinos de León.




arquitectos | inN arquitectura |
proyecto de arquitectura y paisajismo | Carlos Gómez Sos (arquitecto) |
dirección facultativa | Carlos Gómez Sos (dirección de obra) y Raúl Ruiz Castilleja (dirección de ejecución de obra) |
otros colaboradores / participantes | Manuel Garrido (constructor), Santiago Fernández, Santiago Ortega y José Julio Sosa (carpintería), Narciso Triano (electricidad), Aguantagua (biopiscina), Enza Capriccioso (planimetría molino), Nina van Tilburg (interior oficinas), David Barroso (interior oficinas), La Mano Verde (paisajismo), Ekaterina Gorshkova (maqueta), Manuel Ruiz (historiografía), David Domínguez (documentación técnica), 3 Grados Ingeniería (cálculo estructural) |
fotografía | Arantxa Fernández |
localización | Arroyomolinos de León |
sup. cons. total | 516m² |
sup. parcela | 1.085m² |
sup. libre | 633m² |
plantas | molino: 1; oficinas: 2 |